pero no te encontraré... ni te llamaré
vengo de darle una sesión de cuencos tibetanos a la madre de una persona a la que amo.
su compañero acaba de morir.
el 4 de octubre, concretamente.
el compañero de la madre, digo, y, por ende, el padre de esa persona a la que amo. pero eso es otra historia. en estos momentos es-era el compañero de la madre...
tras la sesión, que le ha vuelto a proporcionar un poco de calma entre tanto dolor, entre tanta ausencia, le ha entrado antojo de bocata.
de bocata.
así que le digo que nos vamos a comer un bocata
dos para ser exactas
los compartimos. me salto todos mis principios alimenticios (principalmente dejar las harinas y demás productos refinados, y no comer carne) y como pan, calamares, hasta bacon me como!
pero se ríe.
la veo reirse.
la oigo y siento...
y lloro de emoción ante la flexibilidad necesaria que hace que estés a las casi 23:00 de la noche tomando vermú con una madre que acaba de perder a su marido, comiendo bocatas y riendo por lo vivido...
porque hasta la muerte puede compartirse, brindo por los momentos de risas y amor en el camino...
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