<< El que viva verá. Me viene la idea de que, en secreto, persigo la historia de mi miedo. O, más exactamente, la historia de su desenfreno, más precisamente aún, de su liberación. Sí, de veras, también el miedo puede ser liberado, y en ello se ve que forma parte de todo y de todos los oprimidos (....)
La mujer libre aprende a apartar sus miedos poco importantes y a no temer al único gran miedo importante, porque ya no es demasiado orgullosa para compartirlo con otras...>>
Casandra, Christa Woolf
"¿Quiénes sois vosotros para decretar quién debería seguir vuestras normas y leyes inventadas?" Layla Anwar, Mujeres en Iraq: nubes rosas y rojas
martes, 8 de abril de 2008
de sorpresas y esquinas...
Hoy (me) hicieron un regalo... Mi amiga Lau hizo un escrito para el blog, este blog que así se vuelve aún más compartido y acogedor, querido! porque de ellas, las otras importantes para mí, estará bien llenito :-)
El escrito es suyo, es ella, es su camino y estar hoy. Tras enviármelo le volvió a dar lo que yo llamo -gracias a Eduardo Galeano, claro- 'la ventolera' ("Silba el viento dentro de mí. Estoy desnudo. Dueño de nada, dueño de nadie, ni siquiera dueño de mis certezas, soy mi cara en el viento, a contraviento, y soy el viento que me golpea la cara."): pensó que no quería más sorpresas, que no le gustaban las sorpresas... pero 'las marcianas' (luego entenderán por qué) es lo que tienen, que, por suerte, les dan ventoleras...
Ahí les dejo con su regalo, su compartir... Que ustedes lo disfruten (que yo lo hice... Gracias, Lau)
"Tengo una lámina dando vueltas por mi escritorio esperando a ser colgada. Es una foto de un rótulo luminoso en algún gran edificio de NY (aunque por la foto nadie lo diría). El cartel dice: “Protect me from what I want”. No lo había colgado aún porque aunque me gusta mucho la foto, me resulta ciertamente amenazante. Como algunas fábulas terroríficas (casi todas lo son, ¿no?) que te vaticinan todos los males del universo si no vas por el buen camino.
Esta es peor, ir por el mal camino es querer algo, ahí es nada. Del cartel me gusta además el rollo nihilista y desafiante, y de alguna forma me hacía gracia la de veces que me he enrocado con algo para descubrir luego que no era eso lo que quería, o incluso para descubrir que los resultados eran contraproducentes. Y decepcionantes.
Otras veces no soy tan cabezota y sólo se trata de algo que por un momento se me pasa por la cabeza, y me apetece. Pero incluso en esos casos, la decepción también llega.
Y lo malo de la decepción es que no es proporcional a las expectativas o los deseos. Es como la sorpresa pero en feo. Una de las muchas cosas que creo que la psicología como disciplina no alcanza a comprender es que no se pueden establecer relaciones lineales entre antecedentes y consecuencias. Y desde luego que la decepción no es una excepción.
Al tamaño de la decepción no le importa si las expectativas (o los deseos) eran grandes o pequeñas. Y unas veces duele mucho, y otras veces sólo molesta un poco. Supongo que esto depende de las neuras de cada una, y hasta de cómo te haya ido el día, o la semana.
La cuestión entonces es cómo superar la decepción. El esfuerzo que hay que invertir tampoco es previsible a priori.
Puede ser que lleves años esforzándote por conseguir algo, y cuando lo consigues no es ni lo que querías, ni mucho menos cómo lo querías. Pero ya lo tienes. Y tienes la decepción también. Y después de tanto tiempo y esfuerzo resulta complicado reubicar el punto inicial para a partir de ahí, intentar llegar a otro punto que resulte satisfactorio. ¡Después de tanto tiempo y esfuerzo! ¿Cómo voy a mandarlo todo a la mierda y empezar de cero? Pues me temo que no me queda otra alternativa.
En otras ocasiones me ha pasado que me encuentro con algo que, sorprendentemente y de buenas a primeras, resulta que me gusta. Y luego, por cosas de la vida, va y me decepciona. Supongo que en estos casos la decepción es muuuuuucho más llevadera, y debe tener que ver con el esfuerzo invertido más que con los deseos. Aunque una cosa no quita la otra y sigue siendo un poco frustrante...
Según la RAE, una de las acepciones de “decepción” es “pesar causado por un desengaño”. A su vez “desengaños” son “lecciones recibidas por experiencias amargas”.
Y una vez más, la psicología se equivoca (y la RAE), el aprendizaje es bastante más que el resultado de las lecciones que se reciben.
O será que yo no aprendo, porque ya veré cómo manejo mis últimas decepciones, pero mucho me temo que no voy a dejar de tener expectativas, y no voy a dejar de girar esquinas y encontrarme con cosas antes invisibles que de repente resulta que deseo. Porque entonces habré aprendido mucho y me habré hecho vieja.
Mientras tanto, colgaré y descolgaré varias veces la lámina en alguna pared como he estado haciendo mientras escribía esto. Y seguirá dando vueltas por mi escritorio confundida pobrecita ella en mi diógenes galopante, entre deseos fugaces, papeles y decepciones varias.
Y me voy, que tengo cosas que hacer, expectativas que encontrar detrás de alguna esquina, deseos con los que encabezonarme, y decepciones que olvidar, para poder volver a decepcionarme. Yo qué sé, tendrá razón mi madre y seré marciana, porque me gustan las sorpresas aunque a veces sean feas. "
Ah! y si quieren hacer comentarios... háganlos, ella (y yo, y todas) los leeremos gustosas y un poquito más acompañadas :-)
El escrito es suyo, es ella, es su camino y estar hoy. Tras enviármelo le volvió a dar lo que yo llamo -gracias a Eduardo Galeano, claro- 'la ventolera' ("Silba el viento dentro de mí. Estoy desnudo. Dueño de nada, dueño de nadie, ni siquiera dueño de mis certezas, soy mi cara en el viento, a contraviento, y soy el viento que me golpea la cara."): pensó que no quería más sorpresas, que no le gustaban las sorpresas... pero 'las marcianas' (luego entenderán por qué) es lo que tienen, que, por suerte, les dan ventoleras...
Ahí les dejo con su regalo, su compartir... Que ustedes lo disfruten (que yo lo hice... Gracias, Lau)
"Tengo una lámina dando vueltas por mi escritorio esperando a ser colgada. Es una foto de un rótulo luminoso en algún gran edificio de NY (aunque por la foto nadie lo diría). El cartel dice: “Protect me from what I want”. No lo había colgado aún porque aunque me gusta mucho la foto, me resulta ciertamente amenazante. Como algunas fábulas terroríficas (casi todas lo son, ¿no?) que te vaticinan todos los males del universo si no vas por el buen camino.
Esta es peor, ir por el mal camino es querer algo, ahí es nada. Del cartel me gusta además el rollo nihilista y desafiante, y de alguna forma me hacía gracia la de veces que me he enrocado con algo para descubrir luego que no era eso lo que quería, o incluso para descubrir que los resultados eran contraproducentes. Y decepcionantes.
Otras veces no soy tan cabezota y sólo se trata de algo que por un momento se me pasa por la cabeza, y me apetece. Pero incluso en esos casos, la decepción también llega.
Y lo malo de la decepción es que no es proporcional a las expectativas o los deseos. Es como la sorpresa pero en feo. Una de las muchas cosas que creo que la psicología como disciplina no alcanza a comprender es que no se pueden establecer relaciones lineales entre antecedentes y consecuencias. Y desde luego que la decepción no es una excepción.
Al tamaño de la decepción no le importa si las expectativas (o los deseos) eran grandes o pequeñas. Y unas veces duele mucho, y otras veces sólo molesta un poco. Supongo que esto depende de las neuras de cada una, y hasta de cómo te haya ido el día, o la semana.
La cuestión entonces es cómo superar la decepción. El esfuerzo que hay que invertir tampoco es previsible a priori.
Puede ser que lleves años esforzándote por conseguir algo, y cuando lo consigues no es ni lo que querías, ni mucho menos cómo lo querías. Pero ya lo tienes. Y tienes la decepción también. Y después de tanto tiempo y esfuerzo resulta complicado reubicar el punto inicial para a partir de ahí, intentar llegar a otro punto que resulte satisfactorio. ¡Después de tanto tiempo y esfuerzo! ¿Cómo voy a mandarlo todo a la mierda y empezar de cero? Pues me temo que no me queda otra alternativa.
En otras ocasiones me ha pasado que me encuentro con algo que, sorprendentemente y de buenas a primeras, resulta que me gusta. Y luego, por cosas de la vida, va y me decepciona. Supongo que en estos casos la decepción es muuuuuucho más llevadera, y debe tener que ver con el esfuerzo invertido más que con los deseos. Aunque una cosa no quita la otra y sigue siendo un poco frustrante...
Según la RAE, una de las acepciones de “decepción” es “pesar causado por un desengaño”. A su vez “desengaños” son “lecciones recibidas por experiencias amargas”.
Y una vez más, la psicología se equivoca (y la RAE), el aprendizaje es bastante más que el resultado de las lecciones que se reciben.
O será que yo no aprendo, porque ya veré cómo manejo mis últimas decepciones, pero mucho me temo que no voy a dejar de tener expectativas, y no voy a dejar de girar esquinas y encontrarme con cosas antes invisibles que de repente resulta que deseo. Porque entonces habré aprendido mucho y me habré hecho vieja.
Mientras tanto, colgaré y descolgaré varias veces la lámina en alguna pared como he estado haciendo mientras escribía esto. Y seguirá dando vueltas por mi escritorio confundida pobrecita ella en mi diógenes galopante, entre deseos fugaces, papeles y decepciones varias.
Y me voy, que tengo cosas que hacer, expectativas que encontrar detrás de alguna esquina, deseos con los que encabezonarme, y decepciones que olvidar, para poder volver a decepcionarme. Yo qué sé, tendrá razón mi madre y seré marciana, porque me gustan las sorpresas aunque a veces sean feas. "
Ah! y si quieren hacer comentarios... háganlos, ella (y yo, y todas) los leeremos gustosas y un poquito más acompañadas :-)
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1 comentario:
Vaya, que casualidad, en términos semejantes pensaba yo volviendo hoy a casa...
...Y aprovecho para difundir:
www.lahaine.org/index.php?p=29278
Besos!
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