Ya no decimos:
Soy puta,
Soy lesbiana,
Soy loca,
Soy vieja,
Soy joven,
Soy del sur,
Soy del norte,
Soy argentina,
Soy boliviana.
Porque ese discurso se hace además de insuficiente, egocéntrico. Ese discurso es testimonial y te lleva a negociar siempre desde tu condición sin poder ponerla en cuestión ni encontrar ni ver a la otra.
Pasamos de esa enunicación de las diferencias a la construcción de alianzas prohibidas e indigestas como la que está en la base de este libro.
Provocamos que a ti te pregunten: ¿y qué haces con una lesbiana? Y a mí me pregunten: ¿qué haces con una puta?
Lo que hacemos juntas tiene una fuerza que desde nuestras parcialidades de unas y otras sería imposible. Lo que hacemos juntas es rotundo y contundente. Confunde y perturba más, porque no responde a lógicas inteligibles para el patriarcado.
La alianza prohibida es la fuerza subversiva interpeladora y no la enunciación de las diferencias. Y en esa alianza prohibida la puta es el lugar de aquello que ha sido condenado como inmoral y culposo. Por eso es que el desorden que con ella generamos juntas pone en cuestión el orden de la familia patriarcal.
Ella, la expulsada de la comunidad y de la familia, puede moverse al centro de las sensibilidades sociales y poner en crisis al Padre, al Hijo y al Espíritu Santo, porque todos son sus "clientes".
No sólo planteamos entonces mirar la sociedad desde el lugar de la puta, sino también desde ese lugar desatar subversión, cambio, transformación.
Nos planteamos arrancarles a los lugares de tortura ya no sólo dolor y testimonio, sino desobediencia y osadía de pensar en la felicidad. Arrancarle a la esquina mi propia vida y la vida de otras.
Arrancarles a las mujeres en situación de prostitución, viejas y con sida, la mirada interpeladora hacia el Estado, el proxeneta y el prostituyente. Su mirada hacia el padre de familia y hacia la madre decente y de su casa. Hacia la tecnócrata que cobra por usarla de portada de informes y hacia la trabajadora social y la enfermera que la usan como imagen del horror. Podemos darle la mano a esa vieja esta noche que terminamos el libro para decirle que no la van a volver a usar como trapo con que limpiar el cuerpo, la salud y la violencia del prostituyente, del proxeneta, de la familia, del Estado o de la Iglesia. Este gesto y este sentido de cambio e interpelación a ella le devuelve su muerte y a nosotras nos devuelve nuestros cuerpos y nuestras vidas.
Con amor,
Sonia y María."
Ninguna mujer nace para puta.
Porque es tarde (son ya las 3:00 de la madrugada...) y debería haber seguido trabajando en el borrador de una publicación por entregar, pero se me fue la mente a las mujeres drogodependientes (invisibilizadas, atomizadas, doblemente penalizadas y culpabilizadas, con su cuerpo en juego -como todas-, des-politizadas...) y entonces eché un ojo a la derecha de mi pantalla (allá donde tengo muchos textos por leer aún) buscando este libro, estas palabras... Y las transcribí... por su fuerza, su gran verdad... porque en el reconocernos unas en otras, más allá de las categorías, está la necesidad del cambio posible...
Espero reencontrarme pronto con ellas... reconocerme, reconocernos, y caminar juntas de nuevo...
(chicas, gracias por 'tras-trucar' este cartel y tenerlo siempre presente en la sala principal de la Eskalera Karakola... :-) )
3 comentarios:
esta muy chulo este post...
Desobediencia, lalalalalala!, desobediencia, lalalalalala!, desobediencia, desobediencia globaaaaal.
Amol, te dejé un comentario en tu pasado post (sonrisas y lágrimas, como decía aquella diracharachera monjil rebelá Julie Andrews). Échale un vistazo a mi propuesta y dime qué te parece. Mil beso-os!
hola a las dos :-) qué gustico da recibir vuestros comentarios...
Besitos
Y esapoderosa! que viendo el percal hoy, casi mejor que nos vemos mañana, oki? ya me dices. bezitos
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